Realmente
no sé qué son, ni cómo son las hormonas, pero tengo claro que manejan nuestras vidas. Ellas toman
decisiones en nuestro nombre y provocan muchos de nuestros impulsos. Trastocan la
percepción y obnubilan el raciocinio.
Las
hormonas consiguen que nos lancemos a la calle dispuestas a beneficiarnos al
primero que pase, que no nos preocupe la comida, y que nos olvidemos de esos
humanos a los que tanto queremos. Son capaces de que demos leche sin estar
embarazadas y de que subamos nuestros estados de ánimo en una montaña rusa.
Si te
has subido en una montaña rusa sabrás que uno de los mejores momentos de la
experiencia es cuando para y te bajas. También es reconfortante saber que siempre, al final, se para (excepto fallo mecánico...), saber que no te van a dejar toda la vida surfeando
sobre raíles. Con las hormonas pasa lo mismo, en determinado momento dejan de
controlarte y es cuando intentas recuperar tu vida anterior.
Mi
hermanastro gato Ovni, que es más bueno que el pan (y que debe de saber mejor que
el jamón…), se escapó de casa por primera vez con 4 años, y
estuvo ¡11 días desaparecido!, para desesperación de mis humanos que se dedicaron infatigablemente a buscarlo. Cogió una mala curva en la montaña rusa y salió despedido hacia otro mundo más salvaje…
Llegó
de vuelta un sábado por la mañana, muy temprano, justo el día en el que habían
organizado una batida en su honor junto a una pegada de carteles con su cara de
tontín. Estaba cansado, sucio y muy delgado. Se metió en su cama y durmió dos
días.
No sé
si fue fructífera la escapada de Ovni; quizás tenga una amplia descendencia con enormes ojos azules, y las madres de sus
hijos le recuerden con cariño...
Lo que sí que sé es que esa aventura le costó
las gónadas,... pero le dulcificó el carácter... y le alargó la vida...
Dentro de poco hace 14 años. Espero que me invite a su cumpleaños...
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