viernes, 27 de abril de 2012

Cómo son las bienvenidas

Mi hermanastro gato Ovni tiene tan ensayadas las bienvenidas que regala a nuestros humanos, que le llaman "Ovnietorri". En cuanto escucha abrir la puerta de casa, se coloca boca arriba y se revuelca con movimientos perfectamente estructurados. Acompaña la coreografía con unas parrafadas tan bien entonadas que ya le hubiese gustado a ese rey que era tartamudo...

Durruti, un perro que vivió con mis humanos antes que yo, movía el rabo a tanta velocidad, con tanta fuerza y entusiasmo que peligraba todo lo que le pillaba cerca.

Yo tengo una técnica que me va bastante bien porque resulta muy enternecedora: les oigo llegar y busco rápidamente uno de mis juguetes, lo meto en la boca y se lo ofrezco. Da igual qué juguete sea, aunque es preferible si hace ruido al morderlo porque se puede animar la fiesta de bienvenida con un poco de música. Mi instrumento preferido es la cerdita rosa.


Esa excelente puesta en escena que tantos halagos recibe, la estropeo enseguida con mi obsesión por dar besos en las caras humanas. Igual que hacen ellos cuando se saludan. Y salto y salto, cada vez más alto, hasta que planto mi hocico en su cara. En la mejilla, en la boca, en los ojos... , no tengo reparos.

Pero el perro que más espectáculo montaba cuando veía llegar a mis humanos era Rocco, que ni siquiera vivía con ellos pero le habían cuidado de pequeñín, cuando aún estaba débil por una grave enfermedad que había pillado en la propia tienda de piensos y gallinas donde lo vendían. Rocco les cogió un cariño especial.

Cuando creció y mis humanos llegaban a visitarle a su casa, corría a la puerta, se colocaba panza arriba y soltaba tal chorro de pis, de tanta altura, que podrían haber hecho con él una rotonda. Siempre hacía lo mismo.

Como era imposible convencer a Rocco de que su expresividad era excesiva, a sus humanos nos les quedaba más remedio que contemplar el espectáculo sosteniendo una fregona...

Rocco era una crack.



2 comentarios:

Xesús Constela dijo...

Vaya parejita Rocco y Durruti (en momentos distintos). Qué tiempos! A Rocco le pasó factura de mayor la enfermedad que cogió de pequeño... Nada más hermoso que un perro sin raza (o con muchas mezcladas) pero orgulloso de sí mismo!

Sura Hermosura dijo...

Ya me gustaría haberle conocido... Creo que era capaz de comerse una merluza congelada con sus respectivos guisantes en el mismo estado...