jueves, 15 de marzo de 2012

Cómo nos gusta lo escatológico

Las perras y los perros, incluso cuando parecemos un juguete, tenemos un lado oscuro que no nos gusta confesar pero que es bastante evidente. Nos va lo escatológico, una atracción fatal por los excrementos y las suciedades.

He oído hablar de muchos perros con esa tendencia. Solo en el ámbito familiar tenemos varios ejemplos. Y de lo más variado...

Durruti es recordado por su manera de devorar caca de gato. Era el perro más invitado a casas con felinos. En un momento les dejaba el retrete vacío, como buena asistenta coprófaga. Hay que reconocerle que también comía bolas de papel de aluminio, de esas que previamente han contenido un bocadillo o alguna que otra delicatesen humana. Se las tragaba, y se acordaba de que no lo debía hacer cada vez que las intentaba cagar…

 
Pistoli era mucho más fino… Él solo comía caca humana. Y la encontraba y distinguía con tal habilidad, que tenía que haber ido a un concurso. La primera que se comió (que se sepa) fue en un área de descanso de la autovía, completamente cubierta de nieve; en un paisaje todo blanco, casi impecable, la detectó, desenterró y se untó todos los bigotes antes de que le pegaran 4 gritos. Las áreas de descanso de las autovías son lo peor para los perros con la tendencia de Pistoli; están llenas de excrementos humanos, de todas las formas y colores. También en uno de esos sitios fue la segunda vez que se le vio a Pistoli en acción y lo peor, parece ser, fue que identificaron claramente al donante… por cómo se abrochaba los pantalones antes de volver al camión. Seguró que él comió bien, pero Pistoli tuvo una buena gastroenteritis…



Yo he probado alguna que otra caca, lo tengo que reconocer. Por aquello de tener nuevas experiencias. Básicamente de caballo fresca, humeante, casi en su punto de finas hierbas. Pero poco más.
Mi lado oscuro escatológico son los olores humanos. Me pasaría el día en su zona de aseo, en medio, sin perderme detalle de lo que allí acontece. Pero es que también me pasa que en cuanto llega alguien nuevo a casa lo primero que hago es enfrascar mi morro, con lo largo que es, en sus partes íntimas…  para saber a qué huelen.Y ya no te digo si descubro alguna fragancia llamativa, de esas repletas de feromonas, entonces ya no me despego, empecinada en extraer las fragancias más exquisitas de los cuerpos humanos...

Como en “El Perfume”.

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