Cuando tuve claro que Baco tenía una fisura en su amor y que Chichi cada vez se introducía más por ella, hice de tripas corazón y decidí utilizar mis encantos para disfrutar de nuevas experiencias.
Desde pequeñita tuve un don para la atracción fatal, no sé si por las feromonas o por las ferochitas, pero el caso es que gusto a todos, así que empecé a tontear cada día con uno diferente...
Gomez, Troll o Max, cualquiera me valía...
Andaba yo así, bastante despendolada, picoteando de aquí y de allá, cuando llegó un nuevo vecino al barrio: Bobby, de mi edad. A Bobby ya le conocía de antes, de cuando vivía atado a una cadena en una caseta al lado del río. Siempre que me daban una vuelta por esa zona le veía y me daba bastante miedo porque siempre estaba enfadado, me ladraba y parecía muy sucio. Su humano le llevaba comida y le sacaba a pasear algunas tardes, pero el resto del día lo pasaba absolutamente solo, con su cadena y su frustración.
Un día el vecino de cerca de mi casa decidió adoptarlo. Le había muerto Res, un pastor alemán super listo que le cuidaba las ovejas, y se apiadó de Bobby. Habló con su humano y se lo llevó a casa. Lo bañó, lo mimó y cuanto volví a verle era otro perro. No era aquel guarrete malencarado que me daba miedo, se había convertido en un tipo limpio, guapo, orgulloso de ser perro, que me ha empezado a rondar...
Aún no he sacado una foto a Bobby porque no quiero mostrarle mi interés, solo le he comentado que tengo una relación complicada...
No hay comentarios:
Publicar un comentario